Alexandre Search. Biografía y poemas

Alexandre Search



Nace en Lisboa el 13 de junio de 1888 —misma fecha del nacimiento de F. Pessoa—, de orígenes ingleses, es autor de El regicidio portugués y la situación política en Portugal —«proyecto patriótico para provocar la revolución»—; La filosofía del racionalismo; El desorden mental de Jesús; Delirio; Agonía y numerosos poemas escritos en inglés. Gusta de utilizar arcaísmos en su escritura.
Tiene una personalidad frágil y enfermiza. «Una de mis dificultades mentales —más horrible de lo que las palabras puedan expresar—, es el miedo a la locura que es en sí mismo, locura»
Es uno de los primeros heterónimos, anterior a Alberto Caeiro, creado mientras Pessoa era estudiante en Durban y que lo acompañará en su vuelta a Lisboa.



Flashes de Locura

I
Tu mano con sus dedos delicados
¡Y los pesados anillos en ellos!
¡Cómo se demora mi alma 
cada dedo con una pesada joya,
cada anillo como una pequeña diadema!

Cuando tú y yo estamos solos
Un único deseo arde en mi alma —
Al sostener tu mano en la mía
Toda la noche, mientras el pájaro nocturno canta,
quitarte y reemplazar tus anillos.

II
Cuando me ves demorarme horas
sosteniendo con mirada afiebrada
tu boca o diente o tu mano,
y notas como mi alma devora
en un desvelo como un trance
las cosas más simples que hay

Y preguntas qué veo en ellas
que en cada una mi espíritu escarba
como si guardaran un misterio,
equivocas tus conjeturas,
porque lo que siempre me obsesiona
no son las cosas en su naturaleza agotada
sino el estar ahí de las cosas.

III
Los ojos son cosas extrañas.
dar sentido en ellos es vida,
la vida en ellos tiene alas.

Mírame entonces. Tu mirada es rara y loca.
Tus ojos muestran, profundos y salvajes, un conflicto interno.
¡Cuánto más son que el justo Horror!

IV
(a)
Cuando hablaste y aún ahora sentí
un loco y extraño terror.
Concíbelo. Podría haberme arrodillado
Frente a tus labios, sus curvas, sus cambios.
tus labios curvos que hablan
y sus dientes apenas entrevistos
fueron en la vigilia la queja de mis desvaríos.
Sentí que mi razón era sobrepasada.

Un fetichismo supersensual
asedia mi cerebro en un hondo desvarío.
Más grande de lo que nunca haya crecido, el abismo
entre razón y sentimientos se ahonda
cortado por la piqueta del dolor.

Más de lo que muestran todas las cosas contienen.

(b)
Algo que no es de este mundo yace
en tu sonrisa, en la curva viva de tus labios;
una figura, una forma que no se por qué
despierta en mí —sin un suspiro
pero con un terror que no puedo rechazar
con un terror salvaje y mudo—
¿Serán recuerdos, serán
deseos tan vagos a medio conocer que rondan
y ni en pensamiento ni en sentimiento se afirman?

Mi mente más enloquece y más entra
en cada cosa para atrapar y encontrar
significados, semejanzas definidas
no por una forma que el pensamiento pueda tocar.

No sonrías. ¡No puedes comprender!
¿Qué es esto? ¿Qué verdad duerme
en estos desvaríos sin fin
y más allá de una noción profunda?
No te rías. ¿Acaso sabes lo que es la locura?
No te asombres. Todo es misterio.
No preguntes. ¿Quién podría responder?
Llora por mí, niña, pero no me ames
que tengo dentro tanto que está por sobre mí,
demasiado que no puedo llamarme «Yo».
Llora por la ruina de mi mente
llora mucho, niña, que tan profundas cosas deberían impulsarme
a perder la claridad que podría probarme
alguna cosa que valga del ser humano.



V
Mi niña, he visto tus ojos sobre
una sombra, como lanzados por las alas
cuando pasa un rápido pájaro cerca
de la ventana del castillo antes que el sol:
así a través de tu mirada las sombras vuelan…

El alma de las cosas muertas e idas
cazan las apariencias de las cosas vivas.


Epigrama

«Amo mis sueños», dije, una mañana de invierno
al hombre práctico, y él, con desprecio,
respondió: «No soy esclavo del Ideal,
pero, como todo hombre con sentido común, amo lo Real».
Pobre tonto, ¡equivocar todo lo que es con las apariencias!
Amo lo Real cuando amo mis sueños.




El juego

Vamos, inventemos algún juego, pequeño,
mientras el mundo está lejos.
¿Cuál debería ser, dime, nuestro juguete inofensivo?
¿A qué deberíamos jugar?
¿Deberíamos jugar —¿deberíamos?—, a ser más grandes?
No, no a ser grandes.
¿Deberíamos creer que somos el Destino
y crear vidas con arena?
No, pequeño, jugaremos a que somos
felices y que somos alegres
finjamos ser sueños, muy lejos
del mundo en el cual jugamos.

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