Almas de Sótano de Máximo Rodriguez



La acción se desarrollará este 
sábado 19 de noviembre 
desde las 23 hs 
en las profundidades del bar  
La comunidad del cisne
Búlnes y Potosí, a media cuadra de la plaza Almagro.
Súmense a la fogata.




Máximo Rodriguez


ALMA DE SÓTANO

No importa lo que arrastres
acá la locura toma forma de calesita
la niñez es el cuchillo en los sesos

una galería de payasos ahorcados
de madres y padres
borrachos, impotentes, boxeadores,
en la trama de las letras

hay una plegaria
para no morir descalzo
donde el corazón es una mueca
y la sangre el ritmo del descenso



acá no importa lo que vivas,
alma de sótano

calle de pintores poseídos
de cuadros colectivos de enajenación
tumba de la locura

hay voces todavía
entre los muebles y el sueño interrumpido
existe aún la sed y la cascada

belleza de alma de sótano
paz de ira luminosa,
entre los hierros pantano fin,
Vos. 




...El sótano, esa «embarcación en llamas en medio del mar», es atemporal. Allí siempre es de noche, todos los seres tienen cualquier edad y no importa. La oscuridad los conjuga e iguala bajo una misma ley: la ansiedad, para no dejar más que cáscaras vacías; y serán entonces: «costillas arrancadas a la luna», «cápsulas de tormenta» o mera ceguera, vacío, carne...
En las formas que adopta el amor y la soledad, la noche aúlla, dura como el cristal se hace añicos, derrama su líquido sucio. «cuatro tiros/ me incendiaron de a poco/muy sensualmente endurecieron mi alma/que es blanda como una paloma»...

prólogo e ilustraciones: Leticia Hernando

María Meleck Vivanco: Mar de Mármara, alucinaciones del azar

Viernes16 de septiembre 19 hs presentamos 
Mar de Mármara

Mar de Mármara (alucinaciones del azar)

 Canciones para Ruanda

María Meleck Vivanco



Presentan
   Jorge boccanera
  Laura Yasan
Músico invitado:
   Ica Novo
Recitado:
   Elizabet Moino



«Tan contundente es la poesía de Vivanco, que cada verso la representa; elijo dos: «todo respira incendio» y «ella se pudre en sueños»; son apenas señales de una selva interior donde hierve su marmita de fuego derretido. Con datos pálidos, hilachas del bosque, fulgores que duran un parpadeo, arma una y otra vez la historia de una niña que posa sus enormes ojos en las «huellas carnívoras» de la noche. Otra de sus anotaciones habla de: «el misterio de una espesura abierta», dando cuenta del hecho poético: la posibilidad siempre remota de entrever por una rendija los matorrales del enigma. Poeta de la videncia,  Vivanco trabaja con paisajes exuberantes y devastados, donde el amor y la muerte abrevan en la misma poza. Así, la urdimbre de sus imágenes incorpora paisajes astillados, naufragios, cacerías, pesadillas, pero también la vehemencia del erotismo, la exaltación de lo vital y un amor que es vocación y esmero...»  

Jorge Boccanera



Los trabajos sin luz


   Esta limosna turbia del carnaval  Tan inocente, que vuelve a saborear las últimas hipocresías del otoño  En hilos simulados de caricia y entera red confiable  En navegar la nada a torbellinos 
   Muchacha pequeñita disfrazada de loca  Su ley no la resguarda de los cuervos  Sus trabajos sin luz, nadie los mira  La belleza, como viuda del sueño, no resuelve su taquicardia de latidos  Ese rumor de abejas delirantes que recorre el zodíaco
    

   Celoso, ultramarino, regresa Dios con las primeras lluvias



La luna de mísera


   Vi el desamor   Vi la estrella mortal caer sobre mi gozo su cuchillo de punta  Invadí con mis branquias la fuente del deseo, dando vuelta un caldero de niños desvelados  Y a través del dolor bebí de un vino dulce, donde ardían promesas de parte de lo absurdo
   Vi malabares que ofrecían la justicia bautizando con agua de llanto de usureros  Me arrastré por la piel de los hombres sin tierra, en un ramo espectral orquestado de pájaros
   Frotando el paraíso como si fuera lámpara, me dije: mi niña consentida volverá a enamorarse  Cuando se transparente una tregua de sangre  Y la luna, de mísera, se cubra de retazos


   Y ascendí como un ángel a excesivo prodigio




María Meleck Vivanco

Valle de San Javier, Córdoba, 1921 - Uruguay, 2010. En poesía ha publicado Taitacha Temblores (1956, poemas quechuas, Lima, Perú); Hemisferio de la rosa (1973); Rostros que nadie toca (1978); Los infiernos solares (1988); Balanza de ceremonias (1992); Canciones para Ruanda (1997).
Su obra ha sido reconocida por las siguientes distinciones: Premio Libro de oro, Lima, Perú (1956); Segundo premio de poesía de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires (1978); Premio Fundación Argentina para la Poesía (1988); Premio de Poesía del Fondo Nacional de las Artes (1991); Premio UNICEF, Nueva York, EEUU (1997);Premio Universidad de las Letras, Habana, Cuba (1997); Premio Fundación de los Poetas Vivos (1998).
En 1978 fue invitada al  Tercer Congreso Latinoamericano de Mujeres Escritoras, organizado por la Universidad de Otawa, Canadá y, en 1999, al Congreso Internacional de Surrealismo en el Tercer Milenio realizado en Roma, Italia.

«Almas de sótano - Cristales», de Matías Máximo Rodriguez

un poema de Almas de Sótano
 CONVERSACIÓN DE SÓTANO
                                                                                          
Yo no vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura,
pero encontré a hombres derretidos por la ventolina de la mañana
y mujeres de medias rajadas,
crudísimas por no encontrar las jeringas
que escondieron en el raid puertas adentro
de la noche anterior.

«La ansiedad es mi pueblo
siempre vuelvo y me revuelco en el charco en que nací:
donde un imperio de hormigas trabajaba entre los escombros
había una descocida bolsa de zanahorias,
con brazos y un corpiño, a la que llamábamos madre»

Al lado una vecina en silla de ruedas
nos tiraba con manzanas y otras frutas
para evitar la muerte por desolación.

«¡Y el hombre que caminaba por los techos!
¡Cuántos terrores de circo! »

Las noches llegaban sobre una luciérnaga tenebrosa
y el aullido del afilador retorcía el ventanal.

«¡Furia por esa sombra inquieta!»

Un chico al borde del ataque de nervios
una pupila grande que trepa el paredón cubierto de vidrios
y desangra y hace un charco siniestro y empieza otra vez.

«Escucho las agujas que lento lento y con fuego
se restan de la tejedora y caen al suelo superlimpio»

Y no pude ver las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura
era ciego, soy prófugo.

 un poema de Cristales

I

Pasos de terciopelo
cisne de sed,
raspa los sueños

Derrama
y la furia del amanecer olvida
al ser sin ser que dice:

                                   El amor cambia de forma,
                                   luego insulta


«Cuentos de Frontera», de Juana Guaraglia


Cuentos de frontera

Juana Guaraglia



Cuentos de frontera
En Cuentos de Frontera me regodeé con los personajes y las historias de unos desdibujados límites entre Uruguay y Brasil, y ¨para el que le quiera entrar", salté esa otra frontera involuntaria que hay entre la salud y la enfermedad, que se cruza más a menudo después de haber pasado la frontera también involuntaria de la vejez y con mayor frecuencia si por falta de voluntad de algunos estás del otro lado de la frontera de tus genuinas posibilidades, en el mismísimo getto de la pobreza.
Límites, fronteras, los esquemas básicos para la manipulación.
Lo bueno es que cada día tendremos la oportunidad de cruzar las fronteras de nuestros prejuicios, confrontando nuestra ideología con nuestro egocentrismo, y la opción de ver o no ver las razones desnudas de este mundo.

Juana Guaraglia

*    *    *    *

La muñeca rota



La vieja ya había caminado más de dos kilómetros cuando encontró la primera cosa digna de ser levantada del borde de la ruta.

Una argolla de cortina, pulida por la lluvia.
Ahuecó el delantal y la tiró dentro. Y es que cuando se busca en la intemperie, lo que se encuentra son cosas que generalmente se redimen por su símbolo o por el entusiasmo de conseguir una parte de un todo nunca posible.
Una argolla es la pequeña parte de una cortina que impedirá que el sol nos desvele, que dará intimidad a un cuarto o esconderá los bártulos de la cocina.
Pero quien sabe si la vieja pensó en eso o si se contentó con la argolla y punto.
Ya habían transcurrido veinte minutos de chueca caminata y pensamientos desbordados por los resabios del alcohol, cuando un ford enclenque paró al lado.

-¿La llevo, doña? 

-¡Boludo de mierda! ¿Qué voce acha? Que sou invalida? ¡Vai ti dar pur cu! 

El auto se pierde en el horizonte quieto. La vieja no lo registra. Presta atención a los fantasmas que la charlan en medias lenguas y la llevan por corredores pestilentes o magníficos.

La mirada atenta, fijando las pupilas en puntos imaginarios que le provocan rechazo o risa.
El olor agridulce de los butiá se libera en la brisa de mayo. Palmeras azuzadas por un viento de mar que viene rodando desde kilómetros.
A mitad de camino, una silueta brilla entre los yuyos. Una rosada anatomía, pequeña y lisa.
Nuevamente se inclina, la toma entre los dedos mochos y la sacude frente al delantal.
El pelo alborotado de la muñeca con abrojos secos.
Mientras camina piensa en Maia, su nieta chica, y saca uno por uno los abrojos con cuidado. Se pincha, putea, se lame los dedos, vuelve a tironear las mechas hasta dejarlas limpias.
Ahora sí. La muñeca está lista para compartir su barriga de canguro con la mandarina medio podrida, la argolla, la lata de gaseosa y la pequeña rueda.
Entra en el poblado ya cansada. Renueva el paso para llegar antes que el sol traspase sus motas blancas y le cocine los sesos.
Ahora camina entre ranchos con tendederos y perros. Conversa con cada animal en el idioma de los locos.
Un ganso la cruza, la deja pasar y luego la sigue un trecho hasta que la vieja da vuelta la esquina.
Cuando encara la cuesta final tropieza con una víbora. La voltea con la chancleta. La panza blanca conserva el brillo a pesar de la muerte.
Se agacha, la levanta de la cola: Olor a lluvia –piensa–. La lluvia limpia todo –se dice, y la suma a su colección de cosas inútiles.
Otro poco y ya estará tomándose una caña en el almacén de Walter.
Cuando llega, los parroquianos achispados por el alcohol la reciben con deferencia

-De nuevo la doña por el pago –dice uno y la risa ilumina el agujero troquelado de dientes amarillos.

-¿Buena pesca? –pregunta el dueño del almacén con su ojo bizco y la voz finita de un eunuco, mientras tira la moneda dentro de la caja y se dispone a servirle el licor.
-Alguna cosa –contesta la vieja.
Arde la caña en el garguero. Nubla la vista. Vuelve la sangre a los tobillos.
 -Ahora sí. Me voy pa’ lo de mi hijo. Ustedes  se quedan ahí, sin hembra que les sobe el lomo, ¡Viejos maricas!

Y se va, alegre de ofender, sin escuchar las réplicas de los parroquianos.


Por la senda se llega a la casa del hijo y de la Nair. Está linda la senda. Sequita. Donde está el pozo pusieron una madera para pasar. Ese fue el hijo. Ahora se le jodió, con la bebida y los otros mierdas. Era mansito. Ni palos le daba. Que se le va a hacer.

La Nair es otra cosa. No la quiere. Que le importa. La tiene que aguantar y que se aguante. Una es la suegra y ya se va a hacer vieja. Ya la van a cornear como a una vaca vieja. Se ríe y se le achinan los ojos.
-A vaca velha de Nair 

Y en esas anda cuando ve la casita de puertas abiertas y jardín cuidado.

En la casa de Nair el agua hierve y la Nair la vuelca en una palangana y a uno por vez se lavan las partes. El gurí canta mientras el agua caliente le entibia las patas.

-Cheguei –dice la vieja y quien sabe si espera alguna bienvenida.


La Nair apronta el mate sin dejar el trajín y sin mirarla.

La niña viene de la pieza. No durmió bien. Como todas las noches la desveló el ruido del mar y se quedó en vigilia custodiando que una ola gigante no se llevara la casa.
Ahora está parada al lado de la cortina que separa la pieza, mirando a su abuela que está algo loca. Con precaución. Coteja que se ríe y aunque sabe que eso no significa ninguna tranquilidad, avanza y le da un beso.
La vieja, contenta, corre los bártulos de la mesa y echa encima los tesoros de su delantal.

-Pa ti –dice mientras le da la muñeca rota.

-Gracias -dice la nieta que aprendió a no esperar nada del otro mundo y menos de éste

Su hermano mira curioso las porquerías sobre la mesa y elige la víbora. La levanta fascinado de asco y se la lleva para afuera.


-Fue hermosa –piensa la niña mientras sostiene en sus manos morenas como un chocolate  sin mordida la muñeca despeinada, desnuda y sin un brazo.

-Los ojos me gustan –sigue pensando.

Son de un herético celeste que la sumergen en la comparación. Los de ella son oscuros como el desencanto o la tristeza.


-Voy a vestirla –se dice.


Busca una tijera en el cajón del mueble, pide a la madre un sobrante de tela y comienza  a recortar la tafeta marrón.


-Así es que está la vida –dice la doña– hecha mierda, igual que calzón de viejo.

-Sientesé –dice la Nair para no escuchar más improperios.
-Me duelen las patas .
-Es claro, si se hizo veinte kilómetros, ¿qué quiere? 
-Con un mate estoy hecha.
-Tenga –le alcanza la Nair un mate humeante- ¿Anda buscando al hijo? 
-Pa qué, si no es bueno ni como hijo ni como nada. ¡Que se amuele el hijo y que se amuele Iván! 
-Iván ya se murió –dice la Nair– cayó seco en el carnaval .
-Era bonito el Iván –recuerda la vieja.
-¿Cuándo? 
-Cuando le andaba atrás a la Rocío.
-¿La que se casó en Porto Alegre? 
-La otra. La que era más puta que una gallina. La que se casó en Porto Alegre, se descasó después de parir y está de vuelta. El chico le salió jorobadito... ¿qué culpa? 
-¿Cuándo la vio? 
-Me contaron. 
-Usted anda levantando sujera por ahí y se le confunde la cabeza. 
-Si no te gusta no escuchés. 
-Tomesé otro mate y cállese.
-No te  me pongas brava que no tengo la culpa del hijo. Será que no lo atendés bien. 
-Callesé vieja. Tomesé otro mate o váyase. Me da igual. 
-Dame otro mate. 

La mañana transcurre en paz, sin novedades del frente.

El hijo en los campos del patrón. Ahora el descansito. La caña, algún poco de feijao y vuelta al trabajo.
La caña justa para ir tirando. Amarrete el patrón. Pero más tarde, a la nochecita, la botella enterita pa la casa y mañana ni viene. Se duerme todita la mañana, que hace frío y no dan ganas de andar amasijando el árbol.

-¿Otro mate? –dice la Nair.

-Pero más calentito. Me dejó frías las tripas.
-¡Tener que aguantar! – dice la Nair. 

Y ni madre tiene para comparar. Pero de seguro no era una borracha boca sucia. Eso de seguro no era, porque a ella ni le gusta que se hable así porque sí. Ella putea pero con razón. Cuando el hombre llega sudando alcohol y se la quiere echar. Cuando se hacen las diez y el cuarto hiede, y sigue echado sin desvestirse, y hay que airear la casa, venir cargando los baldes de la cachimba de Walter y salir a la costa, que ahora está frío, y desenterrar los berberechos y volver con los baldes y amasar las empanadas y el relleno y el tipo sigue ahí, tirado. 

Ahora se le dio por tomar a la mañana.
-Eso no lo va a aguantar – se dice . 
Hoy mismo lo manda para afuera. Sin insultos, porque ella no viene de un pozo. Al cuartito de atrás. No va a quitarle un lugar con catre. Ni eso, ni el pan. Que a pesar es el padre de los hijos. Pero que ni parece. Que seguro los hijos son más de la sangre de ella que no se echa cuando hay trabajo y no se envicia como una perdida.
-Afuera. Y si algún día se le pasa, vamos a ver..., pero ni cree que haya vuelta. Lo dice para no pensar en lo peor. Que se vuelva loco y empiece a ver bichos como la vieja.
-Bueno. Ya está. Ahora se me va que tengo trabajo. 
-Para vos es fácil que no viniste caminando. 
.Deje de decir macanas  y agarre unas monedas para el ómnibus. 
-No voy a ser yo quien te saque el pan...
-¡Ya vino!¡Ya trajo sus porquerías! ¡Ya vio a sus nietos y se tomó una caldera de mate! ¡Ahora se me va, que no tengo tiempo para pelear!
A la nieta con voz infantil y dulce: -¿Te gustó la muñeca que te trajo la abuela? 
-Y...sí. Parece enferma así, sin un brazo.
-Trabajaba en un palacio y se lo cortaron por robar y ya está – dice la vieja.
La niña piensa un instante y dice:
-A lo mejor era una princesa. 
-¡A una princesa no le cortan el brazo, estúpida! – dice el hermano.
-Vos estás celoso porque no te trajeron nada.
-¡¿Celoso?! De una muñeca rota?! No me hagás reír!. ¡Tiene una muñeca rota y sucia y la llama «princesa»! -grita burlándola el muchacho.
-¡Bueno, basta! -interviene la madre- ¡¿ Ve lo que pasa cuando viene?! ¡Solo trae pelea y porquería!
La vieja, sin darse por aludida dice con voz cantarina:
-Bueno...me voy...ya los ví...están altos como el tío Jacinto. A la vuelta les traigo el brazo a vos y algo para aquel que ni me dio un beso pero no importa. Si se porta bien lo llevo conmigo por el camino. 
-Váyase de una vez y no les ponga ideas locas. 
-Bueno... la abuela se va. Vení, me da un beijinho.
La nena la mira no muy convencida. En la última despedida la pinchó con los bigotes y la baboseó entera. Se acerca rapidito, le da un beso en el aire y sale corriendo para el cuarto. El nieto ya no está. Ya se escondió.
-Y vos Nair, seguí con esa lingua dura de vaca velha. 
-¡¡¿Qué dice?!! 
-Que los mates estaban ricos. Faltó la torta frita. 
Desde la ventana del cuarto la niña la ve irse por la senda, espantando quién sabe que ánimas. Vuelve al living.
-¿Y mamá...? ¿Quedó bien...? -le tiende la muñeca, ahora peinada, con un ponchito casi hasta las rodillas.
-Muy bonita. Le podes poner tu broche rosado.
¿En serio? –dice la niña y sale animada a buscarlo.
Nair suspira, recoge las porquerías de la mesa y las hecha en el balde de la basura.

Afuera, por la senda, la vieja va hablando sola.

-Mañana llueve... comemo torta frita... con guiso de sirí, con el Iván..., con la Rocío y el jorobadito de la Rocío...y la vaca velha de Nair. Y unas monedas pa la caña de Walter. ¡Qué lo parió, se amueló Iván!? Y era lindo el Iván!...¡alto y gordito!...

Un sol flaco seca los pozos, las fachadas desparejas, los lomos de los cuzcos.

El sol que está en el cielo y no nos deja caer en la tentación de caer, y no nos deja caer, y no nos deja.


*    *    *    *    *    *    *    *    *    *    *    *    *    *    *

Juana Guaraglia

Juana Guaraglia

 Escritora y artista plástica. Nació en diciembre de 1961. Hija de María Meleck Vivanco, poeta surrealista y kinesióloga, y de Luis Guaraglia, coplero aficionado y exitoso rematador de mediados de siglo pasado, su infancia transitó entre artistas, revolucionarios y enfermos.
En una casa donde se practicaba el socialismo y donde se conjugaba la bohemia con la vida práctica, frecuentada por íconos de la época, y en una atmósfera de solidaridad y anarquía, se inició como poeta, leyendo sus creaciones a personalidades como Olga Orozco o Francisco Madariaga. Editó «Puerto de aves vanas» a los 13 años de edad, que fue fantásticamente acogido por la crítica (en buena parte por la precocidad de la artista), desarrollándo luego un severo sentimiento de auto exigencia que la llevó a abstenerse de volver a intentarlo.
Esperan en el banquillo de los inéditos dos novelas, guiones, canciones populares y monólogos de humor.
Desde el 2012 se encuentra desarrollando la técnica del mosaico.
ir a la página de Juana Guaraglia

«Hospital Psiquiátrico», de Carlos Gallegos


Hospital psiquiétrico, Carlos Gallegos
Estos textos fueron escritos a partir de impresiones en el hospital Torcuato de Alvear.
No tienen otraintención que un desarrollo literario y humano. Su único propósito es poner en palabras lo que fue quedando en mi memoria como resonancia. Sutiles impresiones que se nos van alojando como sedimento en nuestro interior y que en definitiva nos construyen como seres humanos. Proclaman lo verdaderamente humano: esa humanidad a flor de piel, ese amor infinito, que a veces se expresa como sintomatología alterada, que se rotula como afectación y que en definitiva es sólo una paradojal manifestación de sensibilidades.
Carlos Gallegos, 2010


a los internos del hospital psiquiátrico quienes me enseñaron que la poesía
es una vertiginosa simplicidad


A esta sombra la he visto moverse en medio de la luz.
-Tiene un eje roto, dijiste, señalando al sol.
*

¿Teníamos edad? ¿Teníamos forma? 
El hospital era una página aparte del mundo y lo sabíamos.
De tanto no hablar, habíamos empezado a creer que en verdad éramos un sueño. 
Mordimos la pastilla justo en el medio, donde el límite es incierto y aprendíamos a morir.
Una vez escribiste en los muros, recuerdo, y desde entonces dejé de mirar por las ventanas
*

Aprendimos que por detrás de las máscaras el mundo es un hombre tiritando. Aprendimos a callar con todas las palabras: que se ahoga el que nombra, que el infierno está en el idioma.
Aprendimos también, en silencio, que el silencio es un cuerpo vivo y que acá, la vida, es igual que en las calles.
*




*    *    *     *     *     *     *     *     *

Carlos Gallegos (Buenos Aires 1966). Tiene editado el libro homenaje a Jacobo Fijman «Otras Realidades»; inéditos «Hospital público», escrito drante un mes de internación en el Hospital Bocalandro, y «Juego de similitudes». Actualmente se desarrolla como fotógrafo conceptual.

«Loba de sueño rosa», de Leticia Hernando


Loba de sueño rosa



Leticia Hernando




Una niña
sentada al borde de un muelle
que estira sus pies hasta rozar el agua
Loba de sueño rosa, 2010
(verdes borbotones)
se mira,
huidiza en los remolinos del estanque.

-Ejerce la crueldad de congelar un rostro
en el devenir de las aguas.

*     *     *     *     *     *     *


Niña cándida
pequeña erótica iletrada llena de palabras
llamas, siempre nostalgia,
a los brazos de mi casa.

Porque son las quimeras de la madrugada,
pequeña perversa cándida,
calla. Calla.

Que me engarza a la vida un tímpano en la garganta
Que el vértigo soy yo
Soy carcajada
Soy el azar bailando en una pata.

*

Quien engarza una isla a su casita
con raíces de un agua lenta
teje canciones de cuna,
mece su lengua en otra lengua

de entre los dedos se le escapan los besos.

Arroja la casita al mar, a la deriva.
Arrójala. Vete, dile.
Porque hoy la casita gira loca,
las ramas en alto, abiertas a lo que venga.

Nunca más agua lenta.
Nunca más sonrisa.

(Dientes, sí. Uñas, sí.
Toda pezones)

Crezcan los besos flores de la tormenta.

*

Deltario

I
Una loba que sueña rosa,
sobria y loca,
planta ladrillos en todas las ramas de un delta.
Y dice (junto a cada ladrillo):


Vida mía.
Putita mía.
Con una persistencia asombrosa.


II
Porque atrás, en la memoria,
el cántaro sigue intacto junto a su fuente,
harían –piedra sobre beso; beso sobre arena-
(por si acaso quisieran beber musgo tierno)
de los restos una casita.
Allí: donde frondosas.

III
Más hubiera valido desvestir de grandilocuencia al amor,
no devenir jamás mujeres de piedra.
Gozarnos en los baños.
Ser crueles en la tormenta.
Apurarnos de un trago y romper el vaso.


IV
Porque hubo una vez una isla, una casita,
habrán fuegos que partan piedras,
fuegos que hagan escándalo en la sangre y canten.
Sí.
Caminaremos por días raros.
Con la piel al viento,

los ojos abiertos como venas.




Leticia Hernando

Leticia Hernando

nació en Buenos Aires en 1976.
Tiene publicado los libros de poesía: "La alegría del desarreglo" (ed. la guillotina, 2005), "Loba de sueño rosa" (ed. la mariposa y la iguana, 2010), "Prosas del desbarranco" (ed. la mariposa y la iguana, 2012).
Participó de la antología: "Si Hamlet duda le daremos muerte: antología de poesía salvaje", (Libros de la Talita Dorada, 2010)
Tradujo: "La cruzada de los niños/La croisade des enfants" de Marcel Schwob (ed. bilingüe, La mariposa y la iguana, 2014) y "Carta sobre la génesis de los heterónimos. Antología de poemas" de Fernando Pessoa (ed. La maripos y la iguana 2015.

Desde el 2010 desarrolla el proyecto editorial "La mariposa y la iguana" junto a la poeta Dafne Pidemunt.